Todos tenemos miedo ante lo desconocido: una nueva amistad, una nueva escuela, un nuevo empleo, una nueva relación. El miedo es sano cuando nos mantiene alertas ante posibles errores. Pero se vuelve un problema cuando nos impide vivir esas nuevas experiencias.
Los medios de comunicación aprovechan nuestros miedos para bombardearnos con información poco fiable. Los comerciales nos ofrecen productos que nos ayudarán a conseguir lo que deseamos sin más esfuerzo que el de comprarlos. Nos han enseñado que la adquisición de objetos debe influir en nuestro amor propio y se nos prometen maravillas, para aumentar el deseo de poseerlos.
Simplifiquemos. La posesión de un objeto nos garantiza resultados en cualquier situación. El objeto es una suerte de amuleto, una ayuda externa, algo ajeno a nosotros. Cuando pensamos en ello nos parece absurdo. ¿Pero cuántas veces cuestionamos la información que recibimos de los medios?
Algunos mensajes se vuelven más alarmantes todavía, porque convierten al cuerpo en ese objeto mágico, causa de nuestras victorias, razón de nuestras decepciones. X consiguió Y porque es atractiva o atractivo; lo que nos lleva a X no consiguió Y porque no es atractivo.
A pesar de estas dinámicas erróneas, causantes de gran sufrimiento a las personas, el hecho no cambia: El cuerpo no define al Ser. Lo esencial de la vida no se logra en base a la imagen del cuerpo, sino a través del trabajo sobre el Ser.
Es fundamental reflexionar sobre asuntos verdaderamente importantes, por ejemplo, sobre el origen de nuestro amor y respeto propios, sobre nuestros principios, sobre nuestros anhelos. Estos son algunos de los componentes de nuestra persona que estarán con nosotros toda la vida. Tener confianza en mí mismo, es confiar en mis buenas cualidades, en el continuo uso de las virtudes humanas.
Depender de la imagen corporal para experimentar seguridad es muy riesgoso. El deseo y esfuerzo constante por alcanzar una figura ideal o mantener la belleza física genera preocupación y estrés, lo que, en muchos casos, nos hace susceptibles a los trastornos de la conducta alimentaria.
Imaginemos a una chica que se siente muy orgullosa de sus piernas, las considera atractivas y los demás le reafirman este pensamiento con buenos comentarios acerca de ellas. Esto le trae satisfacción, y también le hace tener ideas de grandeza con respecto a las demás mujeres que no tienen una figura similar. Ella se siente querida, valorada y llena de autoestima, así que cuida mucho su figura con toda clase de productos, cremas, dietas y rutinas de ejercicio. Realmente ella está convencida de que la belleza en su físico es indispensable para sentirse bien y ha puesto mucha dedicación en que esto se mantenga. ¿Qué pasaría si, por causa de un accidente, tuvieran que amputar las piernas de esta mujer? ¿Dónde quedaría ahora su autoconfianza?
Veamos otro ejemplo: Un hombre que sufrió de múltiples rechazos femeninos en su adolescencia, se propuso construir un cuerpo atlético y musculoso. Dedicó años de entrenamiento para fortalecerse, se impuso dietas estrictas y sacrificó fiestas y salidas con amigos para mantener su disciplina. Ahora se siente admirado por el género femenino, lo que le produce gran placer. Le hace sentir seguro obtener las miradas de los demás al entrar al gimnasio. Luce camisetas que resalten su musculatura y gusta de subir fotografías a sus redes sociales para obtener halagos de los demás. Siente cierto desprecio por la gente que no cuida su figura, ya que los considera flojos y poco dignos. Supongamos ahora que este hombre se encontró dentro de un incendio, donde logró salir con vida, pero desafortunadamente sufrió graves quemaduras que desfiguraron su rostro y gran parte de su cuerpo. ¿En qué basará ahora su seguridad y autoestima?
Sé que estos dos ejemplos pueden parecer un poco exagerados: no lo son. Ninguno de nosotros puede estar seguro de lo que nos sucederá. El día de hoy puede ser el día de nuestra muerte y se recomienda estar sanamente consciente de esa posibilidad.
La calidad de nuestros pensamientos es lo único que nos ayudará a construir nuestra persona y, por ende, nuestra vida. Debemos cuidar nuestro cuerpo, conocerlo y satisfacer sus necesidades básicas, porque es parte de lo que somos, pero, de nuevo, no es lo que somos, sino su vehículo. El cuerpo se deteriora con el tiempo y, solo si hemos trabajado las características esenciales de nuestra persona, aceptaremos sus cambios sin que afecten nuestra salud emocional o mental.
El mejor cuerpo es el cuerpo vivo.
Lic. Ernesto Aguilar López
Equipo Clínico de Comenzar de Nuevo